Pobre de los pobres
Néstor Núñez
(Servicio Especial de la AIN)
Triste destino el que una globalización con sello imperial esté implementado en buena parte del orbe.
Cada día con más fuerza se hace evidente en no pocas partes del planeta que para el capitalismo nuestra especie es simple mercancía, simple objeto con un neto valor de uso. Cuando obstaculiza los planes depredadores de los ricos, sencillamente debe ser desechada.
Es esa óptica la que explica la siguiente información procedente de Tokio, la capital nipona: "La Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), dio a conocer que la ayuda de los países ricos al desarrollo de los más necesitados se redujo en casi nueve por ciento durante el año 2007".
Nefasto. Contraproducente. Brutal. La maquinaria que alimentó y alimenta el boato de los poderosos debe ser diezmada. Hay que aniquilar el "sobrante" que solo implica protestas, escenas trágicas y luchas indeseables por la vida y por un cambio positivo.
Hace muchos años, en el seno de la ONU, los grandes beneficiarios de la expoliación ajena se comprometieron a entregar 0,7 por ciento de su Producto Interno Bruto (PIB) anual para favorecer el avance de los tradicionalmente saqueados.
El tiempo se encargó de revelar la penosa realidad. Con la mitad de los dedos de una mano pueden contarse las naciones poderosas que cumplieron alguna vez con esa meta. Y ni hablar de Estados Unidos, que apenas acumula en ese aspecto el 0,1 por ciento de su abultado PIB.
Con siete mil 200 millones de dólares menos de aporte a las naciones empobrecidas, el año anterior los ricos del planeta apenas destinaron 0,28 por ciento de su Producto Interno Bruto para cumplir sus compromisos internacionales hacia las áreas expoliadas.
Por eso deviene común escuchar en casi todos los foros globales como se pierden una tras otra las metas de lucha contra la pobreza, de combate a la incultura, de enfrenamiento a la insalubridad, o de erradicación del hambre.
Mientras, el gran imperio ha gastado hasta esta fecha tres billones de dólares en su guerra genocida contra la nación iraquí, o dilapida cifras similares en armas sofisticadas para intimidar a los pueblos y pretender conquistar sus cada vez más exiguas riquezas.
¡Y luego le llaman extremistas y terroristas a los que abogan por un cambio donde la lógica del bienestar común y compartido resulta bandera fundamental!
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