FABIO DI CELMO, SU RECUERDO EN EL CORAZON DE CUBA
El joven turista italiano Fabio Di Celmo fue la víctima mortal del
atentado terrorista que, organizado y financiado por criminales de
largo expediente al servicio de la Agencia Central de Inteligencia
norteamericana, tuvo lugar el cuatro de septiembre de 1997.
Una década ha transcurrido desde que el más pequeño de los hijos del
empresario Giustino Di Celmo muriera al estallar una bomba en el lobby
del hotel Copacabana, en ciudad de La Habana.
La acción formó parte de un siniestro plan concebido por Luis Posada
Carriles para ataques terroristas contra hoteles cubanos.
"Haber vivido en Cuba, viendo felices a los niños sin que ninguno
muriera de hambre o mendigando monedas, limpiando los cristales de los
autos o vendiendo periódicos, convirtieron a mi hijo en comunista",
afirmó Giustino, en recientes declaraciones a la prensa cubana.
Este hombre ha dedicado la última década de su vida a difundir la
verdad sobre el terrorismo contra Cuba y a solidarizarse con la causa
de los Cinco cubanos injustamente prisioneros en EE.UU. desde hace
nueve años, precisamente por combatir al terrorismo que desde Miami se
fragua contra la Antilla Mayor.
Fabio creció en la misma casa donde había nacido el primero de junio
de 1965, en el municipio de Génova Pegli, en la famosa Ribera de las
Flores de la Costa Azul italiana, donde su recuerdo sigue vivo en los
vecinos que allí aprendieron a quererlo.
A los dieciocho años alcanzó el título de Bachiller. Después realizó
estudios superiores de inglés y francés, terminó el Servicio Militar y
a los veintidós años visitó países europeos y americanos, y estableció
residencia temporal en Canadá, dispuesto a proseguir la carrera
empresarial.
Los Di Celmo arribaron a Cuba por vez primera en 1993 y el contacto
con el pueblo cubano impactó en el joven Fabio, quien de inmediato
quedó atrapado por el calor humano que percibía en el trato cotidiano
con otras personas.
Aquel trágico septiembre departía en el hotel Copacabana con amigos
italianos, cuando una llamada telefónica lo atrajo hasta el lobby, sin
imaginar que una mano mercenaria al servicio del terrorismo contra Cuba
había colocado allí un artefacto explosivo.
"Una esquirla metálica apagó para siempre la vida de Fabio, el más
pequeño de los Di Celmo, un joven lleno de sueños y esperanzas",
escribió el padre.
El hecho se inscribe en la larga relación de crímenes abominables
auspiciados y ejecutados por la mafia terrorista y la CIA, que es
menester denunciar una y otra vez para que personas honestas en todas
partes del mundo se sumen al empeño de encarcelar a los grandes
culpables, hoy libres en Estados Unidos, y lograr verdadera justicia.
Roberto Pérez Betancourt (AIN)
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