Supersticiones sobre los espejos
María Elena Balán Sainz(AIN)
Los antiguos egipcios, etruscos y romanos utilizaron pródigamente los espejos metálicos como un elemento de tocador y también creyeron en los que supuestamente eran mágicos, los cuales -según las ancestrales creencias- eran capaces de anticipar el futuro.
Cuentan que tal suerte de adivinación era frecuentemente practicada por los romanos, quienes bajaban el citado artículo a una fuente situada frente al templo de la diosa Ceres, pero sin sumergirlo completamente.
Una plegaria a la deidad y la quema de algunos extraños perfumes eran suficientes para augurar la suerte o desventura del consultante.
También es conocida la superstición de que romper un espejo, ya sea intencional o accidentalmente, trae mala suerte. Todavía en la actualidad muchas personas utilizan ese argumento y temen que les suceda tal hecho, porque lo relacionan con una desgracia.
Existen otras supercherías para engañar a incautos, y es sumamente conocido el cuento de Blanca Nieves y los siete enanitos, que relata cómo una madrastra siniestra consultaba a un presumible espejo mágico para saber si era ella la más bella, tal era la envidia que le provocaba la hermosura de su hijastra.
Al escribir sobre los espejos no debemos olvidar que su fabricación constituyó durante muchos años un secreto de los cristaleros.
Hay escritos acerca de un veneciano llamado Vincenzo, el cual tuvo la idea de cambiar el material con que se hacían esos artículos de tocador y usar una hoja metálica situada detrás de un cristal, pero esto no tuvo gran aceptación.
Quienes realmente dieron con la manera de perfeccionar la calidad de los espejos fueron Andrés y Domenico de Anzolo, allá por 1503.
Durante más de 400 años, el arte de fabricarlos quedó reservado solamente a los cristaleros venecianos, quienes los exportaban a diferentes naciones donde les ponían los marcos que solicitaba el cliente.
Fue ese elemento, precisamente, un medio para valorar el gusto, el estilo y la posición social de los dueños del referido objeto.
Aún en nuestros días el espejo se estima por su sentido útil, pero también ornamental.
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