Comida y emoción: ¿Quién ganará?
Braulio J. Quintana
Como la anorexia y la bulimia, la adicción a la comida suele estar relacionada con problemas emocionales.
Sin embargo, la raíz del asunto no está en lo que se coma, sino en el porqué, de modo que se convierte en una dependencia muy difícil de superar por uno mismo.
Expertos en la materia demostraron que la actividad eléctrica que se genera en determinadas zonas del cerebro es la responsable de que, ante determinadas experiencias, el cuerpo humano sienta dolor o placer.
Quienes los padecen buscan con las conductas adictivas un cambio autoinducido: repiten actuaciones específicas para provocar con ellas que las células nerviosas del cerebro produzcan una actividad generadora de un sentimiento determinado.
Cada persona desarrolla una forma particular de enfrentarse al miedo, la ansiedad, el estrés, el dolor o la culpabilidad. Algunas son capaces de tratar directamente el problema, pero muchísimos recurren a cualquier pretexto, aunque se hagan crónicos los dolores de cabeza, estómago o espalda.
Esos intentos para eliminar o reducir el estrés o el dolor son temporalmente relajantes y placenteros, por lo que cuesta darse cuenta de que, a la larga, serán inapropiados y dañinos.
Muchas personas saben que el exceso de comida no es sano, pero sus perjuicios no se notan mientras comen.
Entre las mujeres, por ejemplo, es frecuente que se aferren a la gordura para negar su sexualidad. Además, las personas con baja autoestima pueden sentirse incómodas cuando se sienten observadas por el sexo opuesto y para ellas la grasa es un abrigo que la cubre y protege.
Los comedores compulsivos son tanto hombres como mujeres de todas las edades. Algunos lo son periódicamente y otros se atiborran de comida a diario. También hay quienes no se dan atracones, pero que no dejan de comer en todo el día.
Quienes tienen este problema comparten algunas de sus penas con las personas bulímicas.
Ambas tienen episodios recurrentes de atracones en los que en espacio de tiempo corto ingieren grandes cantidades de comida, prefieren los alimentos ricos en calorías, a veces comen a escondidas, han intentado más de una vez perder peso y debido a la alternancia entre ayunos y empachos sufren variaciones en su peso.
Con todo ello llegan después los sentimientos de repulsa hacia ellos mismos y la depresión.
Es bastante frecuente que hagan dieta constantemente. Se mantienen en permanente estado de privación, de modo que cuando su resolución por seguir el régimen desaparece tienen la sensación de que tienen que comer grandes cantidades para resarcirse de las privaciones alimentarias.
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