CAMBIOS, LA URGENCIA LATINOAMERICANA
Por Néstor Núñez (AIN)
Nada positivo podrá agradecerle América Latina a los largos años que
ha debido vivir bajo los cánones neoliberales.
Vale recordar al abordar estos temas aquella famosa consideración de expertos y estudiosos al calificar los años 80 en nuestra área geográfica. La llamaron sin vacilaciones la "década perdida", a cuenta del brutal endeudamiento externo y los niveles de depauperación social acumulados entonces, azotes que, levemente paliados en algunos casos individuales, no han dejado de hacerse sentir todavía en esta parte del planeta.
De hecho, la Comisión Económica de la ONU para América Latina (CEPAL), acaba de anunciar que el número de latinoamericanos pobres apenas ha disminuido, y se ubicaba al cierre de 2006 en unos 198 millones de personas, es decir, 36 por ciento de la población regional.
Añade el organismo que si bien algunas naciones exhiben disminuciones relativamente significativas, al menos en sus cuentas oficiales, no se puede hablar de resultados similares para todos los estados.
Ello implica la existencia de países con niveles de 15 ó 20 por ciento de incidencia de la pobreza. Hay otros, especialmente en el área centroamericana, donde la depauperación afecta a más de la mitad de las personas.
Por otro lado, y a pesar de las cifras alentadoras exhibidas por la agricultura regional en la producción de alimentos, persiste la desnutrición en América Latina, un flagelo que castiga a 53 millones de seres humanos, es decir, a uno de cada diez de sus pobladores.
Ese terrible dato suma a nueve millones de niños menores de cinco años de edad, que a estas alturas padecen de severos trastornos físicos y mentales por hambre. Un número similar de infantes vive al filo del riesgo alimentario o presenta algún rasgo de desnutrición.
Como se comprenderá, afirma la CEPAL, este fenómeno implica un total contrasentido, y revela que los mecanismos regionales de distribución de la riqueza persisten como los menos adecuados del orbe.
Semejante cuadro no solo afecta el cumplimiento por América Latina de las metas sociales del milenio establecidas por la ONU, sino que compromete su futuro al no poder formar ciudadanos plenos, saludables y con sus máximas capacidades físicas e intelectuales.
Una vez más se hace evidente que hablar de cambios sustanciales en estas tierras es una urgencia fundamental.
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Basilio -