El primer café colado
Cierta vez un hombre paseaba por el monte y tropezó con un arbusto del cual pendían frutillas rojas y redondas. Sin saber qué hacer con ellas las llevó consigo, decidió probar y descubrió que apenas tenían dulzor y eran muy pegajosas, aunque pensó debían tener alguna utilidad.
Pasados algunos días volvió al mismo sitio y se detuvo a meditar para qué serviría aquella fruta. Cuentan que los espíritus del monte decidieron ayudarlo y le enviaron un mensaje con el guineo de plumaje blanquinegro: TOS TAO, TOS TAO, TOS TAO. El hombre sonrió, recogió la primera cosecha y la tostó.
Pero nuevamente el hombre quedó con la incertidumbre de qué hacer. Entonces las voces del monte enviaron otro recado, esta vez con el guareao: PI-LAO, PI-LAO, PI-LAO. Ante el mensaje, el hombre no se detuvo y tomó un trozo de madera con el cual hizo polvo aquellos granos. A unos pasos del lugar estaba el guanajo como testigo de aquella faena y consultado sobre el hallazgo se limitó a tartamudear CO-LAO, CO-LAO, CO-LAO.
Dicen que el hombre “ni corto ni perezoso” puso a hervir agua, le echó el polvo elaborado con los granos tostados y al instante se esparció por todo el monte el aroma de la primera colada...
Esta es una de las tantas leyendas que narra cómo al hombre se le ocurrió la maravillosa idea de elaborar y saborear ese primer café. El aromático grano es hoy cultivado en muchas partes del mundo y los especialistas aseguran que son muchas sus propiedades beneficiosas.
Si fue de este modo o de otro, demos gracias al descubridor de la primera colada.
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