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Islas de fantasía

Islas de fantasía Por María Elena Balán S. (AIN)

Hace muchos años, el mundo pre-científico de
la Edad Media estaba
plagado de imaginaciones y los enormes vacíos de la realidad los llenó
con su fantasía.

En todo tiempo la belleza y el bienestar habían sido y serían
acicate para la aventura. La imaginación, casada con la fantasía,
formaría la unión necesaria para dar a luz un explorador.

Los grandes desiertos por el oriente y el sur y los indescifrables
mares por el occidente, atraían más de una voluntad hacia la búsqueda.

En otros litorales también el mar estaba lleno de leyendas y la
imaginación fantaseadora de algunos marineros aseguraba haber visto
peligros graves, como dragones de formas inusuales, seres de la más
absurda presencia, serpientes marinas, cetáceos enormes, unicornios
copiados de la mitología y sirenas y tritones, sin olvidar palacios de 
esmeraldas, habitados por hadas submarinas.

De esa forma, dos imperios perdidos en el tiempo fueron resucitando
en la fantasía de los navegantes.

Los tartesios habían trasladado su ciencia y su poder hacia
continentes más allá del mar tenebroso, mientras de los derrotados
cartagineses se decía que construyeron su poderío destronado en tierras
todavía emergidas de lo que fuera aquella Atlántida tragada por las
aguas.

La gran Antilla heredó su nombre de ese continente perdido y lo
haría extensivo a las numerosas islas del Mar Caribe.

Desde 1367 empezó a figurar en mapas la fantasmagórica Antilia,
situada por un italiano de apellido Pizigani en un punto donde nadie se
atrevió a navegar durante más de 150 años.

El genovés Beccario la incluyó en un documento 60 años después y tal
vez ese pliego fuera visto por Cristóbal Colón en sus años de aprendiz
de navegante y le motivara a atravesar aquel mar lleno de interrogantes.

ISLAS PRESENTES EN
LA IMAGINACIÓN DEL HOMBRE
Una gran parte de los viajeros medievales poblaron los vacíos de
sus relatos con la descripción de islas de las que habían oído hablar,
pero que solamente existían en su imaginación.

Lo mismo sucedía con los cartógrafos de la época, que nunca
titubearon en llenar de un islario fantástico las grandes superficies
que el mar abierto ofrecía a sus desbocados pinceles.

Muchas islas de nombres extraños figuran en los mapas que la
fantasía de cartógrafos imaginativos trazaron. La propia Antilia, desde
hace siglos presentida, acabó por dar nombre al gran archipiélago de
los descubrimientos colombinos.

En aquellos mapas plagados de monstruos marinos, de tritones y
nereidas, se diseñaron islas de nombres fantásticos. En varios
documentos de siglo XIV apareció una gran isla llamada De la mano del
diablo, situada en muy distintos lugares y que un buen día volvió a
desaparecer de la imaginación de los cartógrafos.
 La isla llamada Del Brasil, ubicada no justamente en el lugar donde
se encuentra ese gran territorio, no estaba ya en ningún mapa cuando
Pinzón y Cabral llegaron a los litorales del país que así seguiría
llamándose.

No menos imaginarias fueron las bautizadas con los nombres de Mag y
Avalón, donde se decía que estaba enterrado el rey Arturo, o también la
imantada tierra de El Dorado, capaz de originar expediciones,
desencadenar conflictos y dar rienda suelta a la fantasía.

Por suerte, mi Isla, la del alargado caimán existe para alegría de
los que nacimos en ella y también para aquellos que, en otras
latitudes, han sentido la mano amiga de alguno de sus pobladores
ofreciendo su ayuda solidaria.










1 comentario

José Enriquez -

Viendo el mapa, es curioso ver que tan cerca están otros países. Jamaica, por ejemplo. Tantos y tantos seres humanos han muerto tratando de escapar del comunismo hacia la libertad, y está tan cerca. Una cosa increíble.
Amigos, unas lindas fiestas de fin de año para ustedes.