Una ballena en puerto cubano
Por Hernán Bosch (Servicio Especial de la AIN)
La ballena, el animal más corpulento que existe en el planeta Tierra, puede alcanzar hasta 30 metros de largo y 190 toneladas de peso, y habita en aguas frías de las altas latitudes de todos los océanos.
Sin embargo, se dan casos inexplicables de ejemplares que, durante sus viajes migratorios en el verano hacia zonas más gélidas, pierden el rumbo y recalan moribundas en aguas tropicales.
Ese hecho le sucedió a un joven ejemplar de estos cetáceos, de 9,5 metros de largo, que en el año 1980 vino a morir en las cálidas aguas de la costa de El Socucho, al norte de la ciudad de Puerto Padre, en la provincia cubana de Las Tunas, a unos 700 kilómetros al este de La Habana.
Años después, en 1988, el conservado esqueleto del animal fue preparado por el taxidermista Ramón Garrido Padilla, y colocado en el museo polivalente Fernando García Grave de Peralta, de la ciudad puertopadrense.
El ejemplar continúa exhibiéndose en esa institución, donde ha sido apreciado por miles de habitantes de la ciudad y por quienes visitan a esta pintoresca localidad portuaria, conocida como Villa Azul de los Molinos.
Además de su valor como curiosidad, esta muestra también constituye un aporte a la toma de conciencia sobre la necesidad de contribuir por todas las vías posibles a preservar las enormes riquezas naturales de nuestro planeta.
La caza indiscriminada de las ballenas ha provocado que varias especies del cetáceo estén en la actualidad en peligro de extinción.
Recientemente, unos 30 países del orbe se manifestaron en contra de esta práctica, que comenzó hace varios siglos con arpones manuales en las zonas próximas a las costas de algunos países nórdicos, y hoy se ha extendido con modernas tecnologías de pesca por los mares fríos de todo el mundo.
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